Seamos realistas: arrastrar equipaje por aeropuertos y hoteles es una basura.
¿En un crucero? Desempacas una vez, te relajas y dejas que el mundo te acompañe.
Cero estrés, máxima aventura, y cada detalle está cuidado por profesionales.
Desempaqueta una vez. Explora por siempre.


La vibra cambia con cada plato
Atardeceres tranquilos en el balcón.
DJ sets bajo las estrellas.
Catas de vino, tirolinas, espectáculos de humor, películas en la azotea...
Es como si todos los tipos de vacaciones se reunieran en uno, y tú puedes elegir tu ritmo.


Islas, playas y puertos secretos a los que nunca llegarías de otro modo
Los cruceros desbloquean los lugares que los aviones no pueden alcanzar.
Islas privadas en las Bahamas. Calas escondidas en Croacia. Puertos donde los lugareños te reciben con música, no con multitudes.
No solo estás viendo el mundo: estás viendo las partes que la mayoría de la gente pasa por alto.
Despierta en un nuevo país, cada mañana
Evita las filas del aeropuerto. Olvídate de empacar y reempacar.
En un crucero, te quedas dormido en un país… y al día siguiente abres las cortinas y descubres una costa totalmente nueva.
Italia el lunes. Grecia el martes. Montenegro el miércoles.
Es como viajar en el tiempo, sin estrés ni cacheos de la TSA.


Todo incluido, pero que sea un paraíso flotante
¿Conoces esa sensación cuando todo está bajo control? Multiplícala por las vistas al mar.
Comidas interminables (desde cenas elegantes hasta tacos de medianoche), espectáculos que rivalizan con los de Las Vegas, piscinas, spas, bares de hielo, karaoke, noches de casino y clubes infantiles que hacen llorar de alegría a los padres.
¿Tu billetera? Prácticamente también está de vacaciones.

